Loðmundarfjörður, en Islandia: Salvo en los escasos meses de verano, a este remoto y deshabitado fiordo sólo se puede acceder en barco. Hasta allí se desplazan el granjero Ólafur Aðalsteinsson, su mujer y un par de amigos. Todos los años. Es la época en que los patos de flojel llegan a la granja para reproducirse. Protegidos por los humanos, ponen aquí sus huevos y dejan a cambio su suave plumón a los granjeros. Estas finas plumas tienen propiedades especiales que también aprecian los humanos, como una especial retención del calor. Las almohadas y mantas rellenas de este plumón están entre las más valiosas del mundo y suelen costar varios miles de euros. Sin embargo, sólo unos pocos de los cerca de 380 granjeros de Islandia pueden vivir tan rentablemente de las plumas de eider.
Loðmundarfjörður, en Islandia: Salvo en los escasos meses de verano, a este remoto y deshabitado fiordo sólo se puede acceder en barco. Hasta allí se desplazan el granjero Ólafur Aðalsteinsson, su mujer y un par de amigos. Todos los años. Es la época en que los patos de flojel llegan a la granja para reproducirse. Protegidos por los humanos, ponen aquí sus huevos y dejan a cambio su suave plumón a los granjeros. Estas finas plumas tienen propiedades especiales que también aprecian los humanos, como una especial retención del calor. Las almohadas y mantas rellenas de este plumón están entre las más valiosas del mundo y suelen costar varios miles de euros. Sin embargo, sólo unos pocos de los cerca de 380 granjeros de Islandia pueden vivir tan rentablemente de las plumas de eider.